COMPARTIR

 

Cuatro artículos sobre Compartir por el Maestro —, a través de Benjamin Creme

 


COMPARTIR

Por el Maestro —,
a través de Benjamin Creme (extraído de Un Maestro Habla, Share Ediciones)

En esta era venidera, la humanidad desarrollará varios métodos para afrontar los problemas relacionados con la puesta en práctica del Principio de Compartir. Cada etapa en la revelación de este precioso principio acercará más al hombre hacia su Origen. Gradualmente, se apreciará una nueva humanidad, manifestando cada vez más su potencial divino.

En la primera etapa, la redistribución será la nota clave, poniendo cada nación a disposición de las reservas comunes aquellos recursos que posea más allá de sus necesidades. Mediante una forma sofisticada de trueque, los bienes del mundo se repartirán hasta el momento en que la divinidad interior del hombre despierte en él un deseo de un método más simple de estructuración de su vida económica.

Entonces seguirá la etapa de emancipación de la humanidad de la monotonía del trabajo innecesario. Gradualmente las máquinas asumirán las tareas de fabricación. Todos los artefactos de nuestras vidas diarias serán algún día creados de esta manera. Esto conducirá a una autosuficiencia actualmente impensable, tan grandes son las diferencias de desarrollo y recursos entre las naciones. Estas máquinas liberarán al hombre para la exploración de su propia naturaleza interior y garantizarán su progreso hacia la divinidad. Con el tiempo, estas máquinas serán creadas por un acto de voluntad. Por el poder de su mente iluminada, el hombre reunirá un agregado de fuerzas, y creará aquellos instrumentos y aparatos mediante los cuales se satisfarán todas sus necesidades.

Entonces lo que se compartirá serán los recursos y frutos del espíritu. Una creatividad jamás vista antes transformará la vida del hombre, y en esta nueva vivencia y belleza todos compartirán . Así los hombres se manifestarán a sí mismos como Dioses.

Todo esto depende de la correcta elección del hombre ahora: su capacidad para hacer los sacrificios necesarios para el bien de todos. Una vez logrado, se abre el camino para la liberación del hombre de esas limitaciones auto-impuestas que actualmente le retienen en la esclavitud.

Desde Nuestro punto de vista, estas condiciones se están cumpliendo. Ya las señales se hacen aparentes de que la humanidad a diario crece en conciencia despierta de que el tiempo del que se dispone para realizar los cambios necesarios es verdaderamente corto.

Dentro de poco, surgirá un nuevo sentido de la Unidad, de pertenecer a una familia de hermanos y hermanas. Una nueva y mejor dirección moldeará las vidas de los hombres, y juntos, en creciente armonía, se tomarán los pasos que asegurarán su progreso. Una creciente realización del destino y propósito del hombre le llevará hacia adelante e iluminará su sendero.

Así se pondrán en práctica las etapas del compartir, expresando en cada etapa algún aspecto adicional de la naturaleza divina del hombre, revelando en un siempre creciente resplandor la gloria de esa naturaleza. Hay mucho por hacer en esta época venidera para aprovechar las oportunidades presentadas ahora a la humanidad para evolucionar a un ritmo del todo más elevado. Nunca antes, ni con semejante potencia, han estado disponibles las energías para esto. El momento por tanto es único. Unica, también, es la Presencia entre vosotros del Príncipe de la Paz, el Heraldo del Nuevo Amanecer, y de un número creciente de Sus Discípulos. Bajo Nuestra sabia orientación el hombre llegará a reconocer su verdadera estatura y a cumplir su destino.

Febrero de 1982


COMPARTIR PARA LA PAZ

Por el Maestro —,
a través de Benjamin Creme (extraído de Un Maestro Habla, Share Ediciones)

Cuando un hombre comparte crece. Hasta ahora se ha prestado poca atención a esta simple verdad. Para muchos, el compartir les resulta natural, como algo normal. Para otros, sin embargo, el concepto es ajeno y cargado de sospecha y dolor. Para estas personas, lo que es suyo es suyo, casi por derecho divino, mientras que el compartir es extraño y absurdo. ¿Cómo puede entonces el mundo caminar en la dirección de compartir y la redistribución, requisitos previos para la paz mundial?

Dondequiera que miren los hombres hoy en día, ven los resultados de su incapacidad para compartir. En todo el planeta, millones mueren de hambre. Otros tantos incontables sobreviven en la miseria y desesperanzadora pobreza, condenados a sufrir desde el nacimiento hasta la muerte prematura.

El cambio llegará cuando los hombres comprendan las razones de su presencia sobre la Tierra; cuando se den cuenta de que son parte de un vasto experimento evolutivo cuyo propósito está oculto, a todos menos a unos pocos. Cuando se reconozcan a sí mismos como almas, partes de la Unica Superalma, y lleguen a comprender la identidad de cada uno con los demás; cuando los hombres comprendan que el compartir es el orden natural, que el egoísmo y la codicia son desviaciones de la norma, cuando se considere al compartir como una oportunidad de crecer, entonces los hombres acogerán el compartir como el fin de sus penas y su separación.

Ese momento ya está sobre nosotros. Las presiones de fuerzas internas y acontecimientos externos están haciéndose sentir a una escala global y están ocasionando una nueva valorización de la posición y las perspectivas del hombre. Ya no es seguro que el planeta pueda mantener la vida indefinidamente, sumido a su despiadada explotación por parte del hombre. La aniquilación nuclear es una constante amenaza, mientras que la competencia económica y el desorden financiero presentan problemas que afligen la vida diaria de incontables millones.

No es por nada que sea ahora común para las naciones reunirse a discutir estos problemas. Tales encuentros son una señal de que el hombre está dándose cuenta de sus responsabilidades como administrador del planeta, y está preparado para tomar decisiones que mejoren su situación. La primera entre estas decisiones debe ser la buena disposición para compartir. Cuando se compartan los bienes del mundo de forma más equitativa, la mitad de los problemas del hombre desaparecerán de la noche a la mañana. Ya hay señales de que muchos se dan cuenta de esto, y la llamada para compartir está aumentando en todas partes. Los sabios prevén la necesidad de compartir como la única base de una paz duradera, y los héroes de la juventud prestan, también, su voz popular.

Esto es un buen augurio para el futuro, ya que demuestra que por fin la humanidad es consciente de la elección ante sí – compartir o morir – y está lista para actuar con espíritu de fraternidad y amor. Los hombres ya no están dispuestos a dejar su destino en manos de otros – a gobiernos formados por hombres ciegos y viejos – sino que ven la necesidad de la participación directa para salvaguardar su futuro y su mundo.

Muchos están todavía temerosos, pero con cada hora brilla con más fuerza la luz del Nuevo Tiempo. Muchos esperan el amanecer de una Nueva Era con esperanza y anticipación, conscientes de la oportunidad de servir y crecer. Saben que no están solos sino rodeados por otros que comparten su visión y asimismo anhelan la fraternidad y la paz.

Sólo a través del compartir se realizará esa visión. Sólo a través del compartir se ganará esa paz. Este es el mensaje para el momento actual: compartid y convertios en el reflejo de la divinidad. Compartid e inaugurad la era de paz y amor.

Octubre de 1985


LOS MOTIVOS PARA EL COMPARTIR

Por el Maestro —,
a través de Benjamin Creme (extraído de Un Maestro Habla, Share Ediciones)

En breve llegará un momento en que la humanidad deba tomar una gran decisión. Preocupada como está en todos los frentes por divisiones y escisiones, debe encontrarse un nuevo enfoque a los muchos problemas que la afligen. Sin semejante nuevo enfoque, no hay duda de que un siniestro futuro aguardaría a la humanidad.

Históricamente, no existe precedente para la actual situación y condiciones en la Tierra. Nunca antes han coexistido tantas almas en el planeta. Rara vez, o nunca, las divisiones entre los grupos han sido tan dolorosas y profundas. Nunca el hombre ha controlado fuerzas semejantes de destrucción como las que actualmente se encuentran a su disposición, dándole el poder de destruir la vida en cada reino. Cuando semejante destrucción amenaza, el hombre debe recapacitar e idear nuevas formas de proceder.

De todas las posibles formas todavía queda una que no se ha probado. A lo largo de su historia una respuesta sencilla ha eludido la comprensión del hombre. El principio del Compartir es el único que responderá a las necesidades del hombre y resolverá sus muchos problemas, pues es fundamental al Plan de Dios Mismo. Sin compartir, el hombre niega su divinidad y almacena para sí mismo todas sus futuras aflicciones. Sin compartir, reina el caos atroz y deniega al hombre la Justicia que es suya por derecho. Sólo el compartir proporciona la oportunidad de establecer el Plan de Dios de Fraternidad y de eliminar del mundo para siempre el pecado de la separación.

¿Cómo, sin el compartir, podría seguir el hombre? ¿Cómo, sin el compartir, podría esperar sobrevivir? Tan grandes son los peligros del actual desequilibrio entre las naciones que la suerte por sí sola no bastaría para salir adelante. Una mortífera enfermedad – la separación y la codicia – prevalece sobre la tierra, y requiere drásticas medidas para efectuar una cura.

La sencilla cura está al alcance de la mano a pesar del caos exterior. La prolongada prueba de la humanidad casi ha llegado a su fin. Desplegada contra las fuerzas que todavía mantienen al hombre en la esclavitud, la Jerarquía de Luz vuelve sobre Sus pasos y se mantiene unida bajo la bandera de la Verdad.

La misión de Maitreya comienza con un llamamiento a los hombres para compartir. Su conocimiento de los corazones de los hombres Le permite estar seguro de la elección de ellos, y seguro de su buena disposición para realizar los cambios necesarios. «El hombre debe compartir o morir», El ha dicho, sabiendo bien que los hombres elegirán compartir y vivir, y crear con El un futuro mejor.

Hasta ahora, todos los esfuerzos para resolver los problemas del hombre se han dirigido hacia el mantenimiento de las estructuras actuales, por muy injustas que hayan resultado ser. Las divisiones en todas partes reclaman una resolución y esperan la aplicación de la Ley de la Justicia.

El temor domina a muchos hoy al escuchar las disputas de sus líderes; se aproxima un tiempo en el que dejarán muy atrás a sus líderes. El hombre está despertando a la llamada de libertad y sólo necesita un verdadero liderazgo para poner en orden al mundo. Maitreya ha venido para mostrar el camino y para guiar a los hombres hacia la fraternidad y la justicia. Se abre una nueva era bajo Su sabia dirección que demostrará la verdadera divinidad del hombre, estableciendo los medios para el compartir y la cooperación, cumpliendo así el Plan de Dios.

Marzo de 1987


EL FIN DEL HAMBRE

Por el Maestro —,
a través de Benjamin Creme (extraído de Un Maestro Habla, Share Ediciones)

Gran atención se presta hoy a la cuestión del hambre. Muchas organizaciones y grupos por todo el mundo se centran exclusivamente en este punto. ¿Por qué, se puede preguntar, es esto así? ¿Por qué debe un factor, aunque importante, en las vidas de los hombres demandar tanta atención, despertar tanto interés, levantar semejante controversia e inspirar tal dedicado servicio y autosacrificio?

Los hombres saben por experiencia directa que el hambre, como estado continuo, es antinatural y ejerce violencia sobre nuestra humanidad. Ellos saben que desde el inicio de la vida en el planeta Tierra todas las criaturas vivientes deben comer para saciar su hambre y así mantener su manifestación física.

A lo largo de los siglos, como resultado del cambio climático, grandes secciones de la humanidad han luchado con los animales por la supervivencia. Han conocido el hambre a una escala desconocida en la actualidad. La tecnología, la ciencia y las comunicaciones rápidas han eliminado, para la mayoría en nuestro tiempo, el sufrimiento de la inanición y el hambre masivas.

La pregunta surge: ¿por qué, en un mundo tan bien dotado, existe el hambre en semejante grado? ¿Por qué, con alimentos suficientes y de más para todos, todavía millones tristemente mueren de hambre y traen deshonra a la divinidad del hombre?

¿Bajo qué ley asumen los hombres el derecho de marcar aquellos que vivirán y aquellos que deben morir? ¿Desde qué complacientes profundidades se hacen tales juicios?

¿Con qué iniciativa, qué gracia recién encontrada, pueden los hombres detener la marea de esta iniquidad?

Pronto, los acontecimientos forzarán a los hombres a replantearse el propósito de sus vidas y reconocer su herencia común. Pronto, una nueva nivelación enseñará a ambos, ricos y pobres su natural fraternidad. En breve, el Instructor Mismo demostrará Su solidaridad con todos los grupos y tipos de hombres y, en emulación de El, las divisiones de hoy se sanarán.

Fijaos bien en estos tiempos; ellos son el principio del fin de lo viejo, el nacimiento de lo nuevo.

Hoy, los líderes de las naciones luchan contra acontecimientos fuera de control. Fuerzas de las que nada saben, les empujan a respuestas inesperadas y a menudo histéricas. Huyendo del caos al caos, conducidos por su propio dogma.

Entre tanto, Nosotros pacientemente esperamos. Conocemos el resultado del dilema actual del hombre, y ayudamos en toda la extensión de la ley kármica. Sabemos, también, que el hombre, desde su propio libre albedrío, debe escoger el sendero hacia la futura gloria: el sendero de la fraternidad y el amor, la justicia y el compartir.

Nosotros respondemos a la necesidad del hombre. Nos esforzamos para enseñar y servir. El hombre mismo debe actuar y comprobar su divinidad en el crisol de la experiencia.

Las señales están ahí para que todos las vean: las señales del nuevo tiempo, cuando no habrá más hambre.

Marzo de 1993